Me ganaré el Nobel de Economía 2006 con este artículo. No soy economista, pero es obvio que muchos que sí lo son saben de economía menos que yo. Viven y hasta dan clases de eso a pesar de que montan la inflación en más de 100%, eliminan las prestaciones sociales, reducen el Producto Interno Bruto en 9% y ponen el precio del petróleo a $ 7. Es más, un fino banquero declamó en enero que al gobierno se le había ido la inflación de las manos y al mes siguiente esta estuvo en –0,4%. Grave error en un banquero. Más o menos los mismos clarividentes dijeron en 1999 que el aumento del petróleo luego del viaje de Hugo Chávez a los países de la OPEP había sido un pegón. Siete años de pegón. Así que reclamo mi derecho al disparate.
Hasta 1971 una onza de oro costaba $ 35. Uno iba, imaginariamente quiero decir, a la Reserva Federal de los Estados Unidos, entregaba sus $ 35 y le daban su onza. Se llamó patrón oro. Pero en eso llegó el neoliberalismo. Oro y dólar se divorciaron. Hubo que ver el periódico, y ahora Internet, para saber cuánto valen las orificaciones que uno lleva en la boca. Desde 1971 nadie que tenga oro o dólares sabe a qué atenerse.
Ese divorcio permite al régimen de los Estados Unidos imprimir dólares sin respaldo de oro ni de nada. Dinero inorgánico, he oído que se llama. Va creciendo la burbuja en que todos dicen que el nuevo traje del Emperador es lo más primoroso y prolijo y pintiparado y garboso hasta que un día un inocente, que no sabe que las verdades tienen su oportunidad, va y pincha la burbuja al denunciar que su Serenísima Majestad va desnudo. No hablo del déficit fiscal gringo porque esto es un artículo científico y no un cuento de terror.
Ya andan algunos lengüilargos hablando cosas malas del traje del Emperador. El diario ruso Pravda, por ejemplo, sugiere una cesta de euros, reales, rublos, rupias, yuanes, como alternativa a la trampajaula del dólar. Chávez sugiere algo parecido.
Pero no todo está perdido para el dólar. En lugar de oro, George W. Bush respalda el dólar con amenazas, intrigas, atentados, guarimbas, golpes, plazos traicioneros, perfidias, maniobras militares, bombardeos e invasiones. O sea, plomo parejo. Estamos, pues, ante un nuevo patrón: el patrón plomo.
Venga ese Nobel.